Una saludable búsqueda

Se graduó de la FIO, se fue a vivir a Capital Federal y creó su propio emprendimiento gastronómico.

Lucrecia Bolognani tiene 30 años, y tras graduarse de la Licenciatura en Tecnología de los Alimentos en la FIO, encontró su camino en la Capital argentina. Actualmente trabaja en una reconocida empresa alimentaria, hace cursos para complementar su formación e incluso encuentra tiempo para su pasión de siempre: bailar. Hace poquito, con tenacidad y voluntad creó su propio emprendimiento de snacks naturales: “Love pacha”.

El camino de la joven está plagado de búsquedas. El último año de su carrera Lucrecia tuvo una beca en el departamento de Ingeniería Química y Tecnología en Alimentos para hacer investigación, pero quiso indagar en el campo industrial y esos pasos la llevaron a migrar a Capital Federal. Sola, sin contactos: “Yo estaba en el núcleo TECSE, pero quería algo más”, recordó. “Me fui sola el primer mes y empecé a buscar trabajo de lo que sea”, sostuvo. “Recuerdo con cariño la etapa universitaria.La carrera me preparó y me dio los conocimientos técnicos para enfrentar tanto la realidad laboral en la industria como para poder desarrollar mi producto”.

Primeros pasos laborables:

Por ese tiempo, año 2013, Bolognani tuvo “miles de entrevistas pero no quedaba en ninguna y me preguntaba qué tengo de malo, hasta que me di cuenta que se tenía que dar. No fue mucho tiempo pero en ese momento para mí era eterno”, sostuvo.

La primera experiencia fue en una panificadora, donde trabajó como analista de calidad y buenas prácticas de manufactura. Esta experiencia le dio lo que ella denomina “calle interna“: lidiar entre cadenas de mando, aprender a decir que no, a hacerte valer y trabajar en equipos de trabajo, “todo un cambio que me fortaleció como persona. En esa fábrica eran muchos hombres y la cultura de esa organización era muy verticalista, había pocas mujeres, estaba una compañera y yo. Era poner el hombro”, contó.

El segundo trabajo –dice- no costo tanto. Es el que tiene a la actualidad en Ravanna, una empresa de larga trayectoria en el sector gastronómico. Ahí también está en gestión de calidad pero ya no como analista sino a cargo de todo el sector, donde siente que progresó profesionalmente y sigue aprendiendo cosas nuevas.

La  chispa:

“Más allá de todos esos progresos laborales, a mi me faltaba algo”, confiesa con los ojos iluminados como cada vez que habla de su proyecto Love pacha. “Veo que todo lo que nos ofrece la industria almientaria con los años, derivó en muchos productos artificiales con ingredientes que a mi modo de pensar están de gusto”, consideró, y agregó que quiso “volver a lo natural. Aplicar todo lo que había aprendido para mejorar nuestra alimentación y tener algo para ofrecer, innovador pero natural a la vez”.

La idea le daba vueltas desde hacía unos años, pero no encontraba la confianza ni los medios para lanzarse. Así que comenzó un curso de emprendedorismo donde obtuvo herramientas y habilidades a desarrollar. Uno de los ejercicios requería plasmar en papel una idea y ahí nomás surgió la idea de crear un alimento saludable. “Fue pasando el tiempo y le seguí dando vueltas, hasta que probé recetas. En el año 2017 empezó muy chiquitito, entre mis amigos, conocidos y fue un proceso. Hice la página, vendía y a la gente que le mostraba mi producto le encantaba. Pero también fue todo un trabajo interno de crecimiento y de confianza”, remarcó la joven.

Red de apoyo:

En aquel año fue todo a pequeña escala: “No tenía mucha confianza, como que dejé todo parado”. Finalmente este año se dijo a si misma “tengo que enfrentar esto, tengo que hacerlo, lo quiero para mi futuro”. Otra búsqueda: esta vez por Facebook. En un grupo de diseñadores pidió ayuda para hacer el packaging, “yo ya tengo un producto que gusta pero necesito que me orienten”, escribió. Así conectó con unas chicas que se dedican a eso y además de ayudarla con la marca le dieron consejos de emprendedora a emprendedora. “Me dieron dio un impulso y después es seguir, es ser perseverante y seguir y seguir…”

También contactó con otro graduado de la Facultad de Ingeniería para que le hiciera la moldería con una impresora 3D. Incluso, una vez por mes se junta con otra chica que conoció en uno de los cursos de emprendedurismo para contarse los avances, las dificultades y plantearse metas para el próximo mes “de esa manera nos vamos sosteniendo y compartiendo experiencias”, detalló.

Hoy los snacks se venden en dietéticas; fue a una a ofrecer Love Pacha y el boca en boca le amplió las góndolas. “Estoy conforme con lo que estoy logrando que fue de la nada, una idea escrita. Se puede: es tener confianza y rodearte de personas que te van ayudando. Compartiendo se incentiva el espíritu de salir adelante, crear cosas nuevas y asociarse con otros que están haciendo cosas parecidas”, concluyó.

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